La pregunta relevante, intelectualmente interesante más allá de la crítica, no es si las universidades estatales son públicas. Lo son, por definición y por historia. La pregunta es otra, más incómoda y más urgente: ¿qué tipo de rol público queremos que encarnen?
Cada cierto tiempo retorna la crítica sobre la condición pública de las universidades en Chile. Este debate no es inocente: lo público funciona también como un argumento para justificar la demanda de financiamiento, ya que, al tratarse de un interés común, su sostenimiento mediante recursos públicos se vuelve autoevidente.
La más reciente iteración de este debate se presenta bajo la forma de una acusación: que las instituciones estatales han sido “politizadas” y, por tanto, no son efectivamente públicas. Bajo esta categoría vaga y, como veremos, sospechosamente funcional, se insinúa que las universidades del Estado han dejado de cumplir un rol técnico neutral para transformarse en instrumentos ideológicos.
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