La filosofía política de Thomas Hobbes, al concebir el Estado como un “Leviatán” investido de una soberanía inalienable para mantener el orden social, encuentra resonancias inesperadas y profundas en la era digital contemporánea. En mis análisis precedentes, he sostenido que la potestad normativa estatal en materia de Propiedad Intelectual (PI) no puede ser un fin en sí misma, sino que debe reconfigurarse como un instrumentum regni, una herramienta funcional al servicio del ciudadano.
Este imperativo se agudiza ante la irrupción de la inteligencia artificial (IA), una fuerza tecnológica disruptiva que no solo redefine los contornos de la innovación y la creación, sino que impone a la universidad pública la ineludible responsabilidad de liderar su integración y su impacto social. La IA no es una simple evolución; es una metamorfosis que exige del Estado y sus instituciones académicas una relectura de su contrato social.
La IA como catalizador transformador en el sector universitario
La utilidad de la inteligencia artificial en el ámbito universitario trasciende la mera optimización de procesos; configura un nuevo paradigma funcional que potencia las capacidades cardinales de la institución: la docencia, la investigación y la gestión. La IA se erige como un catalizador para la excelencia académica y la pertinencia social.
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